Los gritos son incesantes en el centro de Maracaibo. Muchos de los rostros de quienes caminan lucen brillantes y sofocados. La temporada de regreso a clases en septiembre de 2024 no es buena y a cada cliente se le trata como al más importante.
Ana Palmar, una mujer wayuu del clan pushaina, amamanta a su bebé sentada en un mueble rodeada de cientos de pares de cotizas. A su lado hay un pequeño ventilador del que no sale viento, sino fuego.
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El reloj marca poco más del mediodía y el casco central de Maracaibo es un hervidero. La temperatura es de 34 °C, pero la sensación de calor supera los 42 °C.
El calor es un asesino silencioso que amenaza la salud y la vida de un número creciente de trabajadores en todo el mundo. Así lo asegura el informe “Heat at work: Implications for safety and health” publicado por la Organización Internacional del Trabajo (OIT) a mediados de 2024.
Trabajadores informales se mueren de calor
Los grupos más vulnerables de personas trabajadoras afectadas por este riesgo son las que laboran al aire libre, en actividades físicamente exigentes y en ambientes interiores calurosos que carecen de condiciones de ventilación y climatización adecuadas. Ana es una de ellas.
El casco central de Maracaibo es el foco de todas estas poblaciones y riesgos. La ciudad es la segunda más poblada de Venezuela y su clima está marcado en la categoría “extremo” en el Reporte de Escenarios Climáticos del Panel Intergubernamental de Expertos sobre Cambio Climático (IPCC).
Allí se proyecta que el número de días con más de 35 °C se incrementará progresivamente, de 62 a 344 días, a partir de 2030. Además, la cuenca de Maracaibo es la región suramericana que más se ha calentado y secado desde 1971, según un estudio publicado en Communications Earth & Environment.
Sindicalistas estiman que en el casco central de Maracaibo laboran entre cinco y siete mil trabajadores informales. Se trata de un sector que crece cada año como una “muleta económica” ante la crisis venezolana y la ausencia de políticas públicas que incentiven o garanticen la formalización.
Más de la mitad son indígenas, principalmente de las etnias wayuu, añú y yukpas, y, en su mayoría, mujeres. Muchas de ellas se ven en la necesidad de salir de sus comunidades originarias de otros municipios.
Vienen en búsqueda de oportunidades laborales en la capital del estado Zulia para intentar subsistir. Así como mitigar la vulneración de sus derechos económicos, sociales y culturales, y problemas ambientales como la sequía.
En este epicentro del comercio convergen trabajadoras de la limpieza, compraventa de divisas, cocineras, meseras, vendedoras de plátanos, queso, víveres, artesanía, verduras, frutas, ropa, calzado, bebidas, chucherías, comida, medicinas y artículos para el hogar.
Informalidad y vulnerabilidad en Maracaibo
Con tantos vehículos alrededor y con tan pocos árboles, hace más calor. Vladimir León, secretario general del Sindicato de Trabajadores Independientes del estado Zulia, señala que laboran en condiciones muy adversas para lo que aspiran y la informalidad los hace más vulnerables.
“Como no tenemos seguridad jurídica es muy difícil invertir para cuidarnos. Si no tenemos permiso cómo vamos a poner un buen techo para cubrirnos del sol si en cualquier momento pueden llegar a quitarnos. No hay voluntad política para escucharnos y construir soluciones juntos”.
El calor excesivo afecta la salud física y mental de las trabajadoras. Aunque admiten que lo necesitan, casi ninguna puede comprar protector solar ni lentes de sol para intentar disminuir los daños a la retina por la radiación ultravioleta.
Sheila Blasco, médico cirujano especialista en salud ocupacional titular de la Sociedad Venezolana de Medicina del Trabajo y Salud Ocupacional (Sovemetso), reitera que el cambio climático baja la productividad e impacta dramáticamente en la salud de las y los trabajadores.
En este sector son muy frecuentes las enfermedades y no existe un plan o servicio de atención médica específica. Proliferan patologías renales, dermatológicas, bajas de tensión, ACV, infartos, insolación, discapacidades visuales, resequedad en la piel y mucosas, cáncer de piel, golpes de calor y desmayos.
Impactos diferenciados
No es un detalle menor. En el casco central de Maracaibo los horarios de trabajo promedio del sector informal se extienden por más de 12 horas diarias y algunos trabajadores apenas ganan entre 5 y 10 dólares.
Las mujeres embarazadas con frecuencia cargan la mercancía, aguantan las ganas de orinar y pasan mucho tiempo paradas. Ellas son más propensas a sufrir infecciones urinarias, subidas de tensión, sangrados, amenazas de aborto o parto prematuro. Además, la exposición a los contaminantes del aire pueden afectar al feto y la piel de las madres que amamantan a sus hijos.
Los días más calurosos igual tienen que trabajar, aunque algunas personas como las que cuidan estacionamientos tengan que soportar el calor que emana del pavimento que se calienta a más de 70 °C. Ni siquiera cuando usan dos pares de medias, eso evita que sus pies terminen “sancochados”.
En estos ambientes la hidratación es clave. Sin embargo, los trabajadores informales del casco central de Maracaibo consumen en promedio menos de un litro de agua durante su jornada laboral, de acuerdo a estimaciones de sindicalistas. Además, el agua que consumen puede carecer de minerales esenciales.
Trabajo extremo por necesidad
Poco a poco, invisibles para las autoridades y la opinión pública, los trabajadores enferman. Contra su voluntad -por el desplome de sus ingresos-, se han visto obligados a reducir jornadas laborales o a seguir trabajando físicamente limitados.
Las trabajadoras también sienten angustia, estrés, ansiedad, preocupación y cambios de humor. Pocas veces, o nunca, la dinámica de su trabajo les permite un momento de relajación.
Sin un ambiente ni condiciones adecuadas que les garanticen el más alto grado posible de salud física y mental, como lo establece la ley, son mucho más vulnerables.
Aunado a los estragos a la salud, las altas temperaturas generan pérdidas económicas al dañarse o marchitarse las frutas, flores o verduras, y alejan a los clientes que prefieren lugares con aire acondicionado.
Venezuela sigue perdiendo ingresos económicos y capacidad laboral por exposición al calor, como ya lo reveló en 2023 The Lancet Countdown en su informe sobre salud y cambio climático.
Las y los trabajadores sufren a diario las consecuencias con la incertidumbre de no saber qué sucede a ciencia cierta. Quieren que se les escuche, ser tomadas en cuenta. Cada día les pesa más ser tratadas como el último eslabón de una cadena que sigue sin respuestas.
Este es un resumen del reportaje de Francisco Rincón que forma parte del ciclo de participación de un grupo de periodistas becarios dentro del proyecto que adelanta Clima 21: “Caminos hacia la resiliencia climática”.
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