“He aprendido a tener los pies sobre la tierra”: Rafael Ramírez, el hombre que se sienta en la silla de la Alcaldía de Maracaibo

El alcalde de Maracaibo nació en el hospital de Cabimas el 28 de julio de 1975, de madre cabimera y padre bobureño.

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Podrá verlo en algún evento oficial, en la calle supervisando obras o en La Vereda del Lago sudando la gota gorda. Pero hasta ahora, no existe en la ciudad una valla, afiche o pared que tenga la imagen de Rafael Ramírez, el alcalde de Maracaibo. 

Ese ha sido su objetivo. “Por sus obras lo conoceréis” y hay indicios que pasan sobre la politiquería y el activismo, para hablar de lo que Ramírez es como servidor público y como persona. 

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Así quiere que lo recuerden, “como el tipo sencillo que buscó la mayor cantidad de soluciones para la gente”. Más allá del ego y la egolatría, a casi dos años de gestión en la municipalidad marabina, según responde en entrevista con El Vigilante.

Rafael Ramírez alcalde
Rafael Ramírez en su despacho.

Del niño que soñó ser militar al alcalde de Maracaibo

Rafael Arturo Ramírez Colina tiene 48 años. Nació en el hospital de Cabimas el 28 de julio de 1975, de madre cabimera y padre bobureño. Sin embargo, cuenta que vivió gran parte de su infancia en Barinas. 

“Mi papá era ingeniero agrónomo. En esa época había mucho petróleo aquí, pero poca agronomía, entonces él consiguió trabajo en la Universidad de los Llanos”, relata y admite que tuvo una “infancia de pueblo” y que disfrutó “desde tumbar mangos, hasta jugar con bombitas de agua en Carnaval”. 

Su sueño de niño fue ser militar. A los 11 años aplicó al liceo militar al salir de sexto grado y salió seleccionado. “Pero mamá me dijo que estaba muy chamo”. Luego, al graduarse de bachiller aplicó dos veces más para la Academia Militar, pero no quedó. 

Rafael Ramírez alcalde

En La Universidad del Zulia, mientras cursaba la carrera de abogacía, recibió el llamado de la política. Fue dirigente estudiantil con el movimiento Vanguardia y aprendió que el servicio es una de las tareas que más le gusta hacer.

Recibió el título de abogado a los 21 años, a los 23 ya era profesor universitario, a los 24 completó su primer postgrado y se convirtió en inspector de trabajo.

“Hice mi carrera en Derecho, pero también iba haciendo política. Ingresé en el Consejo Legislativo en 2008 y estuve dos períodos. En 2015 llegué a la Asamblea Nacional y de allí a la Alcaldía de Maracaibo”.

Rafael Ramírez alcalde
Foto: El Vigilante.

Un alcalde con muchos proyectos y pocas expectativas

A la alcaldía de Maracaibo llegó sin muchas expectativas, admite. “Sabíamos que era una alcaldía sin recursos y que íbamos a enfrentar muchas dificultades”, sin embargo, revela que lo que sí le pareció chocante fue el deterioro de las instituciones públicas.

Una cosa era lo que la antigua gestión mostraba y otra lo que en realidad encontró. “Cuando llegamos no teníamos ni un carro, en el edificio de la Alcaldía no había baños, no había ni una computadora actualizada”.

Desde diciembre de 2021 hasta ahora Ramírez estima que ha logrado completar un 60 por ciento global de su plan de gestión, con algunos picos altos y otros más bajos dependiendo de las áreas.

Rafael Ramírez alcalde
Foto: El Vigilante.

“En cuanto al servicio de gas encontramos una cuadrilla operativa, ahora hay seis, ahí hemos completado un 90 por ciento. En recolección de desechos, un 55 por ciento, porque para esta fecha pensamos que podríamos tener la frecuencia bisemanal y solo se ha logrado en cuatro parroquias, próximos a entrar en otras seis”.

Sin embargo, Ramírez sostiene que en todo lo demás cualquier porcentaje es alto. “Encontramos una dirección de agua que no atendía ni hacía nada, cada vez que nosotros hacemos una competencia como limpiar colectores, que no es competencia nuestra, entonces yo puedo decir cien por ciento”.

Igual sucede con el alumbrado público. “Todas las semanas vamos metiendo un porcentaje importante de electrificación a nuestra ciudad. En asfaltado puedo decir 70 por ciento, porque vamos a entregar el corredor vial Cecilio Acosta, que lo hicimos de punta a punta”.

Foto: El Vigilante.

Rafael Ramírez con los pies sobre la tierra

En estos casi 22 meses, unas de las cosas que Ramírez ha aprendido como persona es a tener los pies puestos sobre la tierra. ¿Cómo se logra eso? Estando en la calle. 

“Eso me da dos cosas. Mi propia supervisión de las obras y encontrar la solidaridad del marabino, que me mantiene en la humildad terrenal, por eso intento escuchar a todo el mundo”.

Ramírez admite que en la calle encuentra críticas, quejas y muchas veces se da cuenta de que las cosas no están como él quisiera. Eso lo ha hecho un hombre más sensible y ha entendido que hay realidades que, por más que lo quiera, todavía no tiene la posibilidad de cambiar.

“Esas cosas me afectan. A veces llego a una casa, que es cualquier cosa menos una casa, y sabes que no hay por donde entrarle, ni con unas láminas ni con 200 bloques”.

Foto: El Vigilante.

Pese a esas adversidades, Rafael Ramirez comienza su día a las 5.20 de la mañana. “A las 6.00 estoy en La Vereda del Lago, me ejercito hasta las 6.50, regreso a casa, me baño, visto y desayuno”. A las 8.00 ya está en la calle.

Llega a la Alcaldía, revisa papeles y programa agenda. Los lunes son de oficina, los martes de audiencia, los miércoles en calle atiende asuntos de infraestructura y servicios públicos. Jueves y viernes desarrollo social y el super sábado de gestión es para abordar alguna parroquia del oeste de 8.00 de la mañana a 8.00 de la noche.

“En esa sábana de trabajo hay hitos. Todos los días almuerza en su casa, martes y miércoles busca a mi hija en el colegio, el viernes almorzamos mi hija, mi hijo y yo en mi despacho, ceno con mi esposa los viernes y los domingos puede haber cine con los muchachos o cualquier otra actividad recreativa”.

Foto: Alcaldía de Maracaibo.

El negro de Bobures que nació para servir

Si algo ha hecho el hombre que se sienta en la silla de la Alcaldía de Maracaibo es cultivar su cercanía con Maracaibo. “Soy negro, de Bobures”, reconoce y le brilla la mirada al encontrar en su memoria el tan, tan, tan de los tambores que, asegura, aún baila.

A los ojos de la colectividad podrá ser malo, bueno o regular como autoridad municipal, y tal vez a la vuelta de dos años más, los resultados de su gestión lo conviertan en una cifra más en la historia política de Venezuela. 

Pero en Maracaibo él quiere que lo identifiquen como un servidor público. “Yo intento que me reconozcan en la calle, me echen chiste y me critiquen. El servicio público no es para la idolatría, es para servir, y si me van a recordar que sea porque pasé por un sector para hacer las cosas de la mejor manera posible”.

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