Un mensaje publicado en un estado de WhatsApp sobre su opinión personal le costó a la joven venezolana Merlys Oropeza una condena de 10 años de prisión.
El hecho, ocurrido tras las elecciones presidenciales de 2024, desató una fuerte controversia dentro y fuera del país, con acusaciones de persecución política, uso excesivo del poder judicial y violaciones a la libertad de expresión.
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El pasado 18 de junio, el Tribunal Tercero de Juicio de Maturín halló culpable a Oropeza del delito de incitación al odio, tras haber publicado el 9 de agosto de 2024 el siguiente mensaje en sus estados de WhatsApp: “Qué triste ver personas que prefieren la bolsa de gorgojos a un futuro para sus hijos”.
La frase fue interpretada por las autoridades como una crítica directa contra una líder comunitaria de los Comités Locales de Abastecimiento y Producción (CLAP), programa estatal de distribución de alimentos.
Sin embargo, la defensa sostiene que el mensaje no contenía amenazas, no mencionaba nombres específicos y que su intención era expresar una opinión personal, no incitar a la violencia.
Por su parte, el periodista Norbei Marín informó que durante el juicio no se presentaron pruebas sólidas que justificaran una condena tan severa. Aun así, la sentencia fue dictada, lo que ha sido calificado por organizaciones defensoras de derechos humanos como un acto de represión y censura.
Organizaciones rechazan condena de joven por subir un estado de WhatsApp
El equipo jurídico de Oropeza denunció irregularidades en el proceso, falta de garantías judiciales y una clara vulneración al derecho a la libertad de expresión, protegido por la Constitución venezolana y diversos tratados internacionales suscritos por el país.
Mientras el país debate el alcance de esta condena, la historia personal de Merlys Oropeza se hace aún más dolorosa. En una carta enviada desde el centro penitenciario donde permanece recluida, la joven dejó ver el impacto emocional que ha tenido su encarcelamiento.
“Siento que soy un peso para mi familia”, escribió, y añadió que se siente atrapada, no solo por las paredes de la prisión, sino por la culpa y la desesperanza. “Ya no sé si tenga fuerza para seguir respirando”, concluye.
“Cada día que estoy aquí, ustedes también lo viven como una condena”, dijo en alusión al sufrimiento de sus padres. En la carta, pide perdón, les suplica que no la visiten con tristeza en los ojos y expresa que ya no quiere que mantengan esperanzas cuando ella misma las ha perdido.


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