Hace casi 40 años, un evento sobrenatural retumbó dentro de una centenaria construcción que estaba en ruinas: el Teatro Baralt de Maracaibo.
Un vigilante de tez morena y rasgos indígenas recorrió a toda carrera los 65 metros desde la esquina de la calle 95 con avenida 5, Urdaneta, hasta la plaza Bolívar. Llegó sobresaltado, con la respiración entrecortada y pálido como un fantasma.
“¡Miarma mijo! ¿Qué te pasó? ¿Cómo que te volviste loco? ¡Qué molleja!”, exclamaron los cinco obreros que tomaban un merecido descanso bajo la fronda y pensaron que tal vez algo se había derrumbado dentro del edificio en ruinas.
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El hombre asustado tragó grueso y explayó los ojos, aturdido aún por lo que acababa de presenciar. “Nojorse primo, que allá en el teatro de repente se comenzaron a escuchar aplausos, muchos aplausos”.
Los obreros comenzaron a reír, “si serás tonto hombre, serían las palomas”. Pero Eberto Morales, el maestro de obra, comprendió que el extraño suceso era parte de la magia contenida en el teatro centenario, cuyas paredes son capaces de contar, hasta en el mayor de los silencios, parte de la historia de Maracaibo.
Teatro Baralt de Maracaibo cumple 140 años
El Teatro Baralt, cumple 140 años de fundado este 24 de julio de 2023. Ahora sirve de escenario a numerosos artistas, músicos, actores y encuentros culturales, siendo el primer y único escenario especialmente creado para las artes escénicas en la capital zuliana.
La historia fantasmal la relató Eberto hace 18 años para la revista Estampas Zuliana, cuando por apego y cariño se desempeñaba como conserje del Baralt. Claro está, él jamás escuchó los aplausos que llenaron de terror a los vigilantes, pero sí guardó muchos otros recuerdos.
Un pasado de reconstrucción
Eberto recordaba que la primera vez que entró al Baralt, en 1985, sintió desolación. “Estaba en total abandono, las sillas de metal y el piso de madera estaban destruidos”.
El sistema de ventilación natural con romanillas permitió el paso libre a las aves y todo estaba lleno de excrementos. “Era como un nido de palomas gigante”.
Eberto llegó al teatro buscando trabajo como soldador y lo emplearon como maestro de obra. La reconstrucción y restauración del edificio ocupó 13 años, para obtener como resultado final la imponente edificación que se yergue hoy frente al Paseo Ciencias y junto a la Casa de Morales.
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