El centro de Maracaibo está, en apariencia, como cualquier noviembre. En plena Feria de la Chinita y a pocas semanas de la Navidad, el caos reina en una mezcla de tarantines, vendedores ambulantes y posibles compradores que revisan precios con avidez.
Al mediodía de este jueves 7 de noviembre de 2024 el pavimento parece hervir bajo un agobiante sol que no termina de evaporar los charcos de las lluvias más recientes. Pequeñas lagunas malolientes donde la basura se remoja.
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Empleados de la municipalidad, a bordo de un camión compactador, se afanan en recoger las montañas de desechos que se multiplican a mayor velocidad que la recolección. Incluso, en sus propias narices.
La gente se mueve en una masa palpitante, como en procesión. Van al son de la misma letanía que por décadas se escucha en la avenida Libertador: “Estamos laminando el carnet, el comprobante, la cédula, si la tiene rota, partida, arrugada, deteriorada o vuelta nada”.
Más allá un vendedor grita “remate a dos dólar, remate a dos dólar, dale a dos dolitas”, para promocionar la mercancía que se amontona en el mesón: interiores, medias y pantaletas.
Una gaita aquí, un vallenato allá, el recorrido tiene su fondo musical propio. Pero detrás de esa energía inconfundible y vibrante palpita la fatalidad de un sistema comercial donde la oferta es más alta que la demanda.
Ventas en el Centro de Maracaibo: “Solo por hoy”
La desaforada carrera del dólar hacia la cúspide sirvió de chispa para encender el ingenio de los comerciantes. “Solo por hoy” se lee en los avisos amarillos que muestran las ofertas apocalipticas que nunca más volverán.
Una compradora se afana en meter en una bolsa de plástico un bojote con varios pares de medias y dos franelas. “Vine la semana pasada a preguntar los precios, hoy compré lo que me alcanzó. Todo está carísimo”.
Vendedores informales del casco central de Maracaibo aseguran que la afluencia de compradores se ha incrementado durante las dos últimas semanas, pero solo uno de cada 10 personas compra.
La vendedora sonríe y eleva los hombros en un gesto de “que le vamos a hacer”, mientras acomoda por enésima vez las piezas de ropa que tiene sobre el tarantín.
Unos metros más allá, otro joven se esfuerza en no dejar ir a la señora que pregunta por las batas de casa. “Aproveche mi tía, quién sabe qué precio tendrá mañana” y al ver que la dama se aleja le grita al vecino “no hay vida mijo”.
“Pase sin compromiso”
Pero no solo los comerciantes informales están ingeniándoselas para abonar las ventas de noviembre en el Centro de Maracaibo. En las zapaterías, las vendedoras temporales van marcando a los transeúntes y los incitan con sonrisas y halagos para que entren.
“yin y blusa marrón, mono negro, señor de gorra”, grita la más avispada para apropiarse de los posibles clientes que transitan por el pasillo del centro comercial San Felipe. Si alguno se detiene a mirar, lo aborda empalagosa: “pasa adelante mi amor, sin compromiso, no se paga por ver”.
Pero la gente sigue de largo, caminando y mirando, con sus bolsitas de papas, zanahorias, tomates y tal vez un poco de queso, plátanos y huevos.
La ropa se queda esperando en los ganchos y ni hablar de los juguetes que, para esta fecha, apenas se van asomando en los predios de Las Playitas. Definitivamente, hoy hay muchos que venden y pocos que compran.
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