Los aires de Navidad de 2021 y la reactivación paulatina de la avenida 5 Julio en Maracaibo desempolvaron “la profesión más antigua”. El “amor comprado” regresó a su área “natural” en los alrededores de “Las Laras”, pero esta vez a precios dolarizados.
Por las noches, la oferta carnal desanda el tramo que va desde el antiguo “Bingo Maracaibo” hasta la esquina de “Enelven”. ¿Sus nombres? “La Valentina”, “La Cristina”, “La Sabrina” y “La Ana”, de 47, 29, 19 y 17 años respectivamente.
Ahora no caminan en tacones por la popular avenida, sino que usan zapatos de goma para poder correr en caso de peligro. “Hay hombres malos que nos quieren obligar a hacer lo que no queremos y nos pegan. Pero los peores son los policías, que nos quitan el dinero”, dice “La Ana”, un joven moreno de 17 años.
“Necesito una peluca, porque los policías me cortaron el pelo de maldá”, explica. Mientras, “La Sabrina” , un chico wayuu con una larga cabellera roja, sonríe y completa “o que nos den algo”.
“La Cristina” es rubia y luce todos los “coroticos”: busto y glúteos. Asegura tener 29 años. “Tomame la foto pues” dice y saca del bolso unos zapatos de tacón altísimos, los calza, se alborota la melena y se para en la esquina para servir de modelo.
“Ya a mí me han hecho esa entrevista”, explica “La Valentina”, mientras se maquilla con toda la feminidad que se esconde detrás del vozarrón de macho. “Por aquí han venido periodistas, psicólogos y evangélicos, pero nadie hace nada. Solo nos critican”, cuenta con tono impaciente y receloso.
¿Cuánto cuesta el amor comprado en 5 de Julio?
¿Cuánto cobran? “15 dólares oral y 30 dólares el completo” responde “La Cristina” como lo haría con cualquier cliente. “La Ana” sonríe y solicita “háblale de las ‘sorpresas’”, pero sin pausa completa “o sea que cuando nos portamos bien el cliente nos da ‘regalitos’, hasta de 100 dólares”.
La conversación pudo seguir un poco más, de no ser porque “La Valentina” interrumpió con violencia. “Donde me escondieron el creyón nojod*” y se levantó acosando a los otros, no sin antes sentenciar con ironía “todos vienen, pero nadie nos puede salvar de una coñiza”.
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