El Lago de Maracaibo es noticia para el mundo, pero para los pescadores es un desafío diario. Por años, estos trabajadores lacustres han tenido que luchar por su sustento diario, mano a mano, con un enemigo oscuro y destructivo: el petróleo.
La industria que tantos beneficios le aporta al país y de cuyos ingresos ha vivido por años, cada vez es más tóxica e invasiva para el medio ambiente en Zulia.
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Por eso, no resulta extraño que estos hombres, curtidos por el sol y el salitre, tengan el ímpetu de reclamar lo que por derecho les corresponde: preservar una faena autóctona que aprendieron de sus padres y abuelos, un trabajo de herencia ancestral.
Lago de Maracaibo: “El verdín no es el problema”
Así es el caso de Darwin Delgado, vocero principal del Consejo de Pescadores El Compa que reúne a unos 350 trabajadores lacustres del sector Los Haticos. Él aprendió el oficio desde niño y así lo está enseñando a su hijo.
“El verdín no es el problema, eso llega todos los años. Lo que nos está afectando es el petróleo, mucha contaminación que merma hasta el 80 por ciento de la pesca”, sostiene Delgado mientras señala con el índice a un barco a lo lejos.
Darwin y su familia viven en el edificio que fue sede de Fetrazulia. Allí, 45 familias subsisten de la pesca y del reciclaje de plástico. La playa a la que tiene acceso la mantiene limpia de basura, pero el petróleo no es fácil de sacar.
“Las botellas (plástico) que sacamos nadie las quiere comprar, porque están contaminadas con petróleo. Hasta en eso nos daña”, refiere una de las habitantes del inmueble.
En Fetrazulia viven unos 50 niños y todos dependen de lo que llega a casa en los chinchorros. “Aquí nos compartimos la pesca, un pedazo para cada uno y que nadie se quede sin comer”, comenta.
Sin embargo, cada vez son más pequeños los pedazos y menos la cantidad de peces que logran sacar del Lago de Maracaibo y que están aptos para el consumo humano.
“La tubería está rota y se derrama”
Más al sur, en el sector El Bajo del municipio San Francisco, la situación no es diferente. Unos 900 pescadores hacen vida en los más de ocho kilómetros de playa que van desde la Plaza de los Cepillaos hasta Bajo Grande. Todos están descorazonados.
En sus brazos, piernas y pies lucen los vestigios del combate diario con las manchas de petróleo. La piel enrojecida, escoriada, de tanto frotarse con gasolina día tras día.
“Antes uno salía en la madrugada y a las 9:00 o 10:00 llegaba, descargaba y podía acostarse a descansar. Ahora tenemos que limpiar las lanchas y lavarnos con gasolina para arrancarnos el petróleo”, contó Pedro, uno de los pescadores que trabaja en la playa San Miguel de El Bajo.
“Necesitamos que vengan a limpiar con máquinas, el presidente,los alcaldes o el gobernador. Somos más de 50 personas afectadas nada más en esta playa”.
Luis Morales, pescador
Al preguntarles de dónde viene el crudo que tanto daño causa a la flora y fauna del Lago de Maracaibo todos coinciden. Levantan los brazos y señalan al horizonte, hacia Bajo Grande. “Cuando llegan barcos petroleros y empiezan a bombear, como la tubería esta rota se derrama y con el viento del sur se deja venir pa’ca”.
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