Hace unos 50 años, la velocidad de desarrollo citadino y la necesidad de comer rápido y económico se unieron. Esto, para dar vida a un elemento que pasó de ser algo provisional y se instauró como una tradición en la cultura gastronómica urbana de Maracaibo: las “calles del hambre”.
Se nombran de esta manera al conjunto de expendios, en su mayoría perrocalenteros y parrilleras, ubicados a lo largo de una calle, avenida o plaza. Aunque en sus años de auge, se podía conseguir una pizzería ambulante o una venta de comida árabe en medio de un batallón de puestos.
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Los había para comer de pie, pero la mayoría tenían mesas y sillas dispuestas para los comensales en plena acera. El detalle único era la especialización en salsas: tártara, blanca, verde y roja, y el uso de vegetales como lechuga, tomate, pepinillos, repollo y zanahoria rallados, y papitas.
Calles del Hambre en Maracaibo: glotonería y desafuero
Los inicios de estos “restoranes callejeros” se remontan a los tiempos del nacimiento de tostadas Zerpa, El Reloj y Tostadas 25. Negocios que se convirtieron en punto de encuentro para personas que recorrían la ciudad durante la noche y la madrugada por motivos de trabajo.
Fueron parada obligatoria y un punto de socialización para taxistas, camioneros y buhoneros.
Con el pasar de los años, basadas en el modelo de la pernocta, las calles del hambre surgieron para satisfacer las necesidades de los trasnochadores y parranderos.
Los fines de semana, al cerrar los sitios nocturnos, se convirtieron en los espacios más concurridos. Sin embargo, muchos los visitaban en horas tempranas para cenar antes de salir de fiesta o después del cine.
Las “calles del hambre” más populares en Maracaibo fueron: Indio Mara, Circunvalación 2, Cecilio Acosta y Sierra Maestra en el municipio San Francisco.
Gracias a ellas y al legado que dejaron en la cultura culinaria callejera de los comensales, se popularizaron expresiones como salchiqueso, full equipo, con todo, bien resuelto y pa’ viaje.
Hoy en día quedan vestigios en algunas calles de la ciudad, de esa época de glotonería y desafuero. Las fallas eléctricas, la pandemia y las nuevas tendencias fitness no podrán desplazar el apetito voraz del marabino.
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